Paraguas negro
Camino por la acera cubriéndome con mi paraguas negro. Un orificio asoma por su tela, el mango que antes relucía con el brillo del sol, ahora se ha opacado por el óxido que en él se ha formado, y mancha mis manos con su color ocre cuando lo tomo entre mis dedos. Pero aún así, es mi fiel compañero en esta larga travesía, aún cubre mi cabeza de la tierra y el polvo que se desprende de los viejos edificios, que ahora lucen pálidos y grises. De vez en cuando su deteriorada tela deja pasar un rayo de luz, que es opacado por una gran sombra que maniobra en los aires. La calma y el silencio de las calles sólo se ve perturbada por el andar de los grandes tanques, que acompañan a las ordenadas tropas que defienden la ciudad. A lo lejos también se escucha el coro de gritos de pequeños niños, que no tenían un paraguas para cubrirse, y que ahora yacen en el suelo cubriéndose de tierra sin que nadie los moleste.
Mientras sigo mi camino una mota de polvo ha caído sobre mi viejo abrigo, al querer limpiarla sólo consigo que se forme una mancha negra sobre mi hombro, y ahora me percato que no era polvo, sino pólvora lo que ha ensuciado mi abrigo. A su vez una mancha de color rojo se expande por mi brazo y llega hasta mi pecho, caigo mientras observo el cielo gris y opaco, a la vez que mis ojos se cierran lentamente, mientras observo a un viejo perro huyendo a lo lejos con mi paraguas negro en su hocico.
Mientras sigo mi camino una mota de polvo ha caído sobre mi viejo abrigo, al querer limpiarla sólo consigo que se forme una mancha negra sobre mi hombro, y ahora me percato que no era polvo, sino pólvora lo que ha ensuciado mi abrigo. A su vez una mancha de color rojo se expande por mi brazo y llega hasta mi pecho, caigo mientras observo el cielo gris y opaco, a la vez que mis ojos se cierran lentamente, mientras observo a un viejo perro huyendo a lo lejos con mi paraguas negro en su hocico.