Divagación surreal del ser
Pragmáticamente siempre creemos que creer, es una bondad y una virtud del sabio y el temeroso de aquello que le incomoda hasta cierto punto y que le acoge en buena medida, mas lejos de ser aquello no es sino reminiscencia de la carcomida curiosidad de aquél que se ha decidido por la apatía evitando la molestia de tener que indagar una vez más, o viceversa para tener que afrontar que la estupidez y la ignorancia no son enfermedades, pero que se propagan como si lo fuesen. Las siete desgracias que azolaron alguna vez al mundo antiguo, perduran en una conciencia atavista, que arrastra consigo los malestares y los falsos dilemas bizantinos que hace tiempo debieron de erradicarse de esa creencia o fe ciega a la que nos condena el sufrimiento de la existencia; ¿incongruencia?, tal vez, pero siempre con un toque de pesimismo y decadencia, pues el germen de la destrucción y el acabose no se encuentra fuera de estas letras, sino en ellas mismas, por eso que a nadie importe lo que aquí se suscribe, salvo aquellos que han de padecerme, que han de tratar de soportar la benevolencia de estas líneas, para al final decapitar su sentido y tratar de comprender lo que mi soberbia esencia trata de decirles con agrado de la culpa que siento por no hacer nada, temeré en el momento en que los demás entiendan lo que soy en realidad.