De Retazos No Vive el Hombre
Cada uno de los pequeños recuerdos que cada uno conserva en lo más recóndito del inconsciente, son solamente eso, recuerdos. Son como las hojas de los árboles que se acumulan en el suelo otoñal, que sin seguir un parámetro predeterminado, se acumulan hasta convertirse en un montículo más o menos definido, pero, tan frágil que hasta el viento más sutil puede desmoronarlo y convertirlo en un incontable número de pedazos que se riegan por ahí y por allá, que vienen y van, encontrando a diferentes personas, que caminando por la calle, o recordando bajo la desnuda copa de los árboles, reviven a la reflexión, tratan de explicar por qué las hojas caen, por qué sus recuerdos desaparecen con el devenir frío de los años, pero aquellas respuestas se ven negadas, se escapan como el agua entre las manos, y será porque a veces lo más obvio puede resultar lo más difícil de comprender. Tratar de entender los retazos de un viejo periódico, de un libro, de una partitura, es tal vez más difícil que tratar de entender por qué hemos perdido la capacidad de imaginar, de crear, de innovar, de asombrarnos, y es que darle sentido a un trozo viejo de papel, es como querer entender las cosas siendo un escéptico carente, esperando que las hojas del otoño lo expliquen cada vez que las miramos al pasar por la calle que nunca hemos recorrido, no por falta de conocimiento, sino de esfuerzo.