Reclamos de un nombre

Yo que he sido portado por muchos de los grandes, y que gracias a mi son recordados. Yo que adorne la persona del más grande de los reyes de Francia, que presencié su nacimiento y su ascenso a un prospero trono. Yo que admiré la creación de las Soledades, ahora y para la desgracia de mi orgullo, no soy sino una burla para mi nuevo poseedor. A tal grado llega su ofensa, que con unas cuantas palabras ha renegado de mí y me ha comparado con la mayor de las desgracias. Antes me revestía con grandes lujos, me rodeaba de la suntuosidad de Versalles, hoy sólo veo la panorámica de una ciudad en decadencia, mientras me llevas con pasos torpes hacia la ventana de tu elegante oficina. Mientras el aroma de un suave vino llegaba hasta mí, admiraba como una pluma se deslizaba y creaba una sutil burla de Quevedo, ahora lo único que contemplo es tu firma plasmada en sin número de documentos. Me has convertido en poco menos que una broma, y me has despreciado más allá de lo comprensible, pero como has dicho, a mi lado los placeres del mundo has de gozar. Gran ironía es tu vida, al final tendrás lo que nunca buscaste y aquello que siempre añoraste como agua de lluvia entre tus manos escurrirá, y además tendrás la desdicha de llevarme contigo incluso después de la muerte, pues gracias a mí, recordarán que tu nombre era Luis.