Traiciones de mujer

He sufrido y he llorado, no conozco a nadie que no lo haya hecho. Ayer soñaba, hoy solamente lloro y me arrepiento de haberme traicionado. Me di la espalda, no me di cuenta que cada día que te buscaba era un paso más a esta vacía soledad. Derramé lágrimas en mi agonía y el dolor de mi pecho escapaba cada vez que la noche llegaba, el sólo recordarte era motivo para amarte y a la vez para odiarte. Me engañaste con el perfume de las rosas que cada día me dabas, tras aquél bello aroma no se escondía un te quiero o un te necesito, se encontraba sólo una falaz justificación de tu desamor y tu desentendimiento. Yo sólo era otro adorno de tu vestimenta, un simple recuerdo de alguna tienda, no era más que un maniquí al que podías exhibir en un escaparate. Al oído me susurrabas palabras de amor, que en realidad sólo eran versos de algún escritor, no eran sino palabras burdas para ilusionarme, para apartar mi mirada del horizonte, por donde llegaría frío el adiós definitivo. Como niña que ama a su padre, me entregué a tus brazos y a tus caricias, me arrojé con la pasión del fuego a un amor que sólo era hielo. Hoy me siento traicionada, no por el hombre que me abandono, por aquél que me ilusionó y me llevo a las puertas del cielo para no dejarme entrar, por aquél que me daba rosas como disculpa por dejarme de llamar. No, a él ya lo he olvidado, siento culpa por que la espalda me la di yo misma cuando me enamoré de un amor, que sólo era ilusión y que tan sólo lo adornaba como el broche de su corbata.