May 31, 2008

Réquiem II

El coro de ángeles se escucha en la lejanía, las trompetas ensordecen al unísono, alejándose entre los gritos y lamentaciones de cada uno de los hombres que contemplaba el final de sus vidas, el principio de la eternidad inconclusa, el destierro de sus almas a la inmundicia en la que se habían revolcado durante tanto tiempo. La sangre se derrama frente a los ojos inocentes de los paganos entre el devenir del mundo y la consagración de la muerte, la resurrección de los siglos, el culmen de la putrefacta historia, cíclica y reiterativa, nada han aprendido los miserables de sus tragedias, y ahora serán simples testigos de la más cruenta batalla entre los dos grandes paradigmas. El abismo que se abre entre las alas rotas del primer desterrado y la espada que empuña el castigo divino; hora ya, del pandemónium que termine con la existencia y una vez más, la muerte, la sangre y la devastación traerán consigo la gloria que se perdió con el primer destierro.

May 18, 2008

El cazador Furtivo

El rechazo mendiga entre los largos parajes de la desesperación, acrece en la mentira, carcome a su huésped, pues cual insignificante parásito hace padecer los más grandes dolores, y reaviva entre los fuegos incipientes del desprecio, se encona y se encarna en un demonio que acecha entre las sombras, impaciente por ver la caída, para envestir contra sí y matar la última verdad, cual buitre envilecido por el rojo de la sangre que borbotea al desgarrar la carne. Cómo enfrentar tan cruel destino, cómo concebir tan horrible figura, la caída ha sido fuerte y ha desfigurado y distorsionado la realidad, ahora camina ciego entre las luces que le apuntan, que le señalan, se ha entorpecido su percepción, ha dejado de ser por unos instantes el estandarte de la cordura, se ha convertido en un ser que no contemplaba, incluso ha perdido de sí la confianza, se ha mirado y se ha proferido la más grande de las heridas, no es tan sólo una llaga, es un fuego que le consume como la hiel, siente frío a pesar de que se quema entre su angustia, en la más retorcida de las realidades, pues el perdón le ha sido negado, pero un simple espectador aún le profiere alguna perorata que le ayude, o por lo menos que apacigüe su alma. Al final del río de la muerte siempre se encuentra la orilla.