July 31, 2007

Prolegómeno

Y sigo aquí, entre las avenencias de mi propio e insoportable ser. La vida es un absurdo, todo está mal o todo está bien, no hay punto medio. Cada uno con su parecer hipócrita se engaña a sí mismo, no hay otra cosa que aparentar, y así crear claroscuros en la persona contigua al cotidiano fastidio de estar, de ser, de padecer y de ser padecido. Heme aquí entre los despojos de la sociedad, entre las grandes antinomias de un mundo hundido en la indiferencia de sí mismo, renuente a mirar que sus logros son fruto de sus propios y ridículos esfuerzos. La mediocridad es condición clave del estado absoluto de la inercia, todos cuerpos inútiles, inertes y egoístas, cada uno a su manera, porque ninguno es igual en apariencia, pero aquello es solo un débil tapujo para esconder la uniformidad de todos, porque somos, y fuimos siempre los mismos. Vivir en el engaño resulta cómodo, no hay preocupaciones en un mundo de calma absoluta. Para que preocuparse por los problemas que nos negamos a ver, es mejor apartarse y continuar negando lo que es innegable. Originales dicen ser algunos, mentira absurda y soberbia, ninguno lo es ya. Los originales murieron, y dejaron cerrada la puerta a la muerte digna con su partida a un mundo incierto, pero aún persiste el intento de enloquecer de algunos, de morir por sus ideas, de contribuir a restaurar un mundo corrompido por su propio germen, tan negro como el mismo abismo, su porte es deprimente, pero ellos luchan por restaurar un orden que jamás culmino. ¿Y acaso no es eso soberbia? No es sólo un estúpido deseo de ser recordado, no es acaso un insignificante intento por perdurar en la memoria de aquellos que no saben recordar, o tan sólo es otra manera de sobrellevar la condena de tener que ser , y no ser a los ojos del resto. No es una agonía reprimida que busca escapar en ideas locas que quieren cambiar lo que no cambiará, si la metamorfosis no proviene de su misma y podrida raíz. Aunque no siempre los cambios perduran, por otro lado los cambios pueden derivar en el caos, donde existe el orden. El desastre tiene un orden, la irónica verdad, es que la propia destrucción porta una organización superior, sigue sus propias normas y representa la perfección del infortunio, a través de su forma más humilde, el caos. Aquellos que fueron juzgados como innovadores y revolucionarios, no eran sino fieles sirvientes de su propio interés y de sus propios miedos, en cambio los que hemos de ser juzgados como locos, escorias y plagas, no somos sino los que inspiran sus revoluciones, somos los precursores del cambio, estamos dentro de las grandes ideas, porque nuestra condición escapa más allá del simple entendimiento, porque nuestras ideas superan la negación de la estupidez embotada en el orgullo. No somos superiores, somos lo que hemos decidido ser, hombres que escapan de la idea idiota de la supremacía, hombres que aunque sangran al ver las muertes agónicas de la vida, no se esconden tras una máscara para no verlas, somos lo que los demás no quieren que seamos, locos que escapan de la condena de la estupidez y la levedad melancólica de un sistema encadenado a la cotidianidad.

July 29, 2007

Erratas de una escritora

Entre desvelos te vi,
entre sueños te encontré.

Al amanecer te perdí,

por la tarde te bese.


Divago entre esas palabras escritas con las lágrimas de tus ojos y la sangre de tus labios. Me olvido de quién eres, me despojo de tu perfume con el aroma del té que tanto te gustaba tomar, mientras tu vieja máquina de escribir plasmaba en el papel tus poemas y tus novelas. Tus manos eran delicadas, pero jamás tocaron las mías, siempre estaban ocupadas con las teclas de esa infernal máquina de escribir, o acariciando un lápiz o una pluma. Siempre vestías bien, tus vestidos largos y de tonos oscuros eran motivo de halagos en las reuniones a las que gustabas ir, Siempre tan refinada, tan culta, tan elegante, siempre tenías algo que decir al que te pedía consejo, tu elocuencia revestía tus palabras. Pero nunca te diste cuenta que había alguien que te necesitaba, que añoraba una palabra de aliento de tu boca, jamás me diste la oportunidad de pedirte un consejo. Odiaba esas reuniones, nunca estabas a mi lado, preferías regalar tus sonrisas a unos hipócritas que no te valoraban, estrechabas su mano con candidez, cuando sólo querían presumir que hablaron contigo, mientras yo te esperaba sentado en la orilla de la cama, solo, como todas las noches, como todos los días, como toda la vida. Los años han pasado y la huella de tu soledad sigue presente en mí, mas creo comprenderte. Eras perfecta, tan bella y elegante, tan fina, una ferviente escritora, nadie te dijo como regalarme cariño. No te culpo, sabías como expresar el amor en tus versos hermosos, sabías dar cariño en tus libros, pero nunca supiste entregarme ese cariño a mí tu mayor admirador, tu hijo. Ahora sólo tengo esas letras, donde divago para recordarte y sentir tu calor de madre.

July 28, 2007

Locura de Medianoche

Tomó la botella y la estrello sobre su cabeza, se desplomo sin decir nada después de que los trozos de vidrio se esparcieran sobre el piso. Un silencio sepulcral se apodero del lugar, nada se movía, todo estaba en calma. Su silueta se confundía con la oscuridad de la noche, sus pasos torpes lo hacían golpearse con cada mueble de la habitación. Una mancha roja seguía avanzando por la manga de su camisa mientras el sudor de su frente bajaba por sus mejillas. Su mirada comenzaba a nublarse. Sus ojos empezaban a jugarle malas pasadas, entre cada parpadeo creía observar la gabardina negra del hombre que seguía inconsciente en el piso. Después de la odisea al subir por las escaleras, llegó a su recámara, y tan pronto abrió la puerta, aquél hombre se abalanzo sobre él, provocando que ambos cayeran. Cuando por fin se pudo poner en pie, el otro sujeto había desaparecido. Sin pensarlo dos veces, tomo su calibre .45 del cajón del buró, cargo el arma y quito el seguro. Dos disparos se escucharon dentro del apartamento, uno había dado contra una lámpara, y el segundo resulto en una bala pérdida. La voz gruesa e infernal del hombre de gabardina negra se escuchaba en toda la habitación, pero él no podía verlo. Los gritos llenos de ira hicieron desaparecer aquél silencio absoluto. Finalmente lo vio, ahí estaba, parado frente a él, esperándolo, gritándole que era un cobarde y un fracasado. No pudo contenerse, la ira y la desesperación invadieron su juicio halando del gatillo del arma. Las horas pasaron, los primeros rayos de luz entraban por la ventana, dejando ver una mancha de sangre sobre la alfombra. Pero no eran dos, sino uno, sólo había un cadáver, el suyo. Su disparo había acertado contra su pecho, desgarrando su gabardina y rompiendo el espejo donde su locura le impidió darse cuenta que no había nadie, sino él y su reflejo.


July 27, 2007

Alucard

Él es el rey de los no muertos, el más grande de los Nosferatus, el arma más poderosa de Hellsing. Tan sólo otro que busca encontrar lo que todos pretendemos encontrar, pero con un alma inmortal y con una fuerza que sobrepasa a la de los mortales. Fiel sirviente de la noche, humilde siervo de su ama, así es él. Con porte impecable, su guerra es la afrenta de su propia condición, su pensamiento es otra forma de la filosofía de lo extraño y de lo que nos aterra, la crueldad de sus palabras infunde en el que las oye la agonía de la incertidumbre, pero también retruena la verdad de las mismas en el aire que hace ondular su capa. Sus armas no sólo son las armas que manipula con facilidad, la oscuridad que encierra su alma, si es que aún la conserva, adormece los sentidos, controla la noche y se derrama en el fracaso de su enemigo. Siempre con su peculiar mirada y su soberbia encarnada en su vestimenta, contempla la noche, mientras su enemigo le espera aterrado al escuchar su nombre, Alucard.


July 26, 2007

Ramillete de desilusión

Entre tus manos el tiempo se dilapida hasta llegar al suelo. Ante tus ojos la lluvia sigue cayendo empapando todo lo que no esté cubierto. En tus labios una palabra quiere escapar para ser escuchada. A tu lado un ramillete de flores, parecen rosas blancas, tal vez nardos, yo que sé. Tu vestido se ha manchado mientras dejabas aquél lugar atrás, te apartabas de ese sitio porque te daba miedo, todo era tan bello que te daba miedo. Las campanas se escuchan a lo lejos, la algarabía comienza a inundar el aire con su típica sonoridad, tu llanto comienza a humedecer tus mejillas. No sabes que hacer, no te atreves siquiera a mirar hacia atrás, el maquillaje se te ha corrido manchando una vez más tu vestido. Pobrecilla, blanca paloma herida en sus alas, bella, pero sin poder volar, dócil, pero sin gracia alguna, apasionada, pero sin amor, entregada, pero temerosa del compromiso. Tú eres la culpable de tus heridas, tú lo abandonaste frente al altar, y ahora tu imagen de blanco, se ve manchada por tu necia obsesión con el futuro y porque ahora sabes que no era él, ni el futuro, eras tú y tu falta de amor a la vida y a ti misma.

July 25, 2007

Soliloquio

Me encuentro tirado en el suelo, en mi mano todavía sostengo tu fotografía. Solo han pasado algunos momentos desde que partiste por esa puerta, te fuiste y no miraste atrás. Te dejé ir, porque no supe como retenerte, tal vez mis falsas palabras te ahuyentaron de mi lado, aunque eso no importa ya. No me arrepiento de lo que fui, tampoco de lo que hice, ese era yo, no podía ser de otra manera. Mientras me arrastro a la mesa por otra copa, añoro las noches de juego, recuerdo que ahí la conocí, aquél lugar era mi casa, entre fichas y cartas me sentía feliz y seguro. No he regresado más y creo que ya no lo haré, por tu culpa, porque te fuiste y me dejaste abandonado en la vida. Ahora sólo espero a que ella se apiade de mí y me llevé consigo, no puedo esperar más tiempo, el alcohol se me acaba, y la mañana no tarda en aparecer. No quiero tener que vestirme para ir a mi deplorable trabajo, no quiero estar más tiempo encerrado en esas lúgubres paredes, ya no quiero probar el sabor amargo del café del pasillo, y no quiero verla a ella al lado de los otros, riendo y disfrutando de su crueldad conmigo. Ven por mí pronto, quita el dolor de mis venas, embriágame con tu perfume, y hazme olvidar que mi deseo de vivir se marcho por la puerta de mi apartamento.

Baile para dos

Tus manos alrededor de mi cuello me transmiten esa pasión con la que te conocí hace algunos días. Mientras continuamos tomo tu pierna con mi mano y la aspereza de mis dedos se confunde con la suavidad de tu piel. Mi mirada se desborda por tu cuello hasta llegar al escote de tu vestido rojo, mientras tu pelo toca el suelo al inclinarte hacia atrás. Las miradas están sobre nosotros, en algunos la indignación de nuestros cuerpos se hace visible, en otras se disfruta el espectáculo del vaivén de tus piernas largas y tus zapatos negros. Las luces del salón apuntan a tus ojos negros que resplandecen sobre mi rostro, tu cuerpo es un lenguaje sin palabras, es otoño en primavera floreciente, es serenidad de mis deseos, eres tú la dueña de mis pasos. Es momento de separarnos, el tiempo se ha acabado, debemos alejarnos, los violines comienzan a detener su canto, el ruido blanco se apodera de nosotros, las miradas no cesan, todo está en calma. Las cuerdas han cesado de tocarse, te tomo de la mano, me conduces a la mesa con tu perfume de mujer, retiro la silla para que puedas tomar tu lugar, me besas, yo hago lo mismo. El aroma del vino será nuestro acompañante hasta que la música anuncié el próximo tango para ti y para mí.

July 23, 2007

Los pecados de un escritor

Las reglas:
  1. Debes de pegar estas reglas en tu blog.
  2. Invita a hacer el meme a quien creas pertinente, si exceder el número 7, por qué, por cuestiones del autor
  3. Deja un comentario a esa persona a la que estás invitando en su entrada más reciente
  4. El relato de los pecados será acorde al susodicho
  5. No hay más reglas

La ira... ese sentimiento mordaz que recorre el alma y el corazón, es imposible controlar la sangre ferviente que corre por las venas, es reflejada en una mirada llena de crueldad, de odio, es llama encendida por el enojo, es indiferencia reflejada en un desprecio silencioso... que si he padecido de ella, temo decir que si, he sufrido de ella cuando veo el desprecio del hombre por sí mismo, la he sentido cuando veo la muerte de un inocente a manos de un traidor, he sufrido de ira cuando la mentira se usa como arma para conseguir fines ruines, cuando el chantaje gobierna y cuando el poder corrompe a tal grado que la lealtad y la camaradería dejan de existir.

La lujuria...ver el cuerpo desnudo de una mujer provoca en cualquiera la exaltación del sentimiento, trae consigo el fuego de la pasión descarriada, provoca tal necesidad que es imposible saciarla, pero a la vez es tan grande, tan bello tan sensual y apasionado...he aquí donde me declaro libre de ella, aunque me confieso culpable de amar de manera ferviente y entregada.

La gula...el hambre es sentir más que un hueco en el estómago, no sólo es no haber probado alimento en varias horas o días, es dejar de alimentar el espíritu que sufre los achaques de no haber probado las delicias de la tierra, el hambre es mala consejera de los hombres, pero su contraparte la gula, es peor. Aquella adormece los sentidos, elimina la inspiración, y llena no sólo la boca, sino al alma de un malestar disfrazado de placer... puedo con certeza asegurar que yo sólo deleito las uvas que necesito para mantener firme mi mano para escribir.

Envidia... me declaro pecador, envidio la belleza de la mujer, quisiera tener la serenidad de los vientos, quiero ser el que dé buenos consejos como el buen amigo, envidio al artista que en el lienzo logra plasmar su técnica y embellecer al mundo, envidio a las aves que surcan el cielo, y envidio el amor de la madre, tan puro y entregado.

Avaricia...deseo poseer lo más valioso de la vida, quiero ganar el amor de una mujer, quiero ser el mejor en lo que haga, sí soy avaro, pero es que tan sólo quiero lo que pueda tener por el fruto de mi trabajo.

Soberbia...vieja amiga, me acompañaste en mis momentos de grandeza, cuando mis desvaríos etéreos me sorprendían, siempre a mi lado, pero jamás sin tomarte en cuenta... sería arrogante decir que no he sido soberbio, pero como escritor ha de perdurar siempre la humildad que proviene de mi pluma.

Pereza...mentiría al decir que no lo soy, pues en ciertos momentos mi mano por deseo mio decide no escribir más, la fatiga como me gusta llamarle me aborda, me distrae de mi labor, me adormece, y por propia voluntad decido seguirla hasta mis aposentos de descanso antes de retomar la pluma, para seguir contando cuáles han sido mis ofensas.

July 21, 2007

Cuatro locos a la mesa

Un día me encontré en una discusión poco placentera pero con peculiar trama, pues los hombres que compartían mi mesa estaban tan locos como su humilde espectador. Uno de singular aspecto y peculiar vestimenta, tomaba un martini, mientras deleitaba la pupila con los tonos negros y azules de la noche. Distinguido caballero sin duda, pues con singular alegría recitaba poemas al compás de la guitarra que siempre llevaba consigo y a la mujer que pasaba a su diestra siempre le obsequiaba una rosa y con galantería besaba su mano, dejando atónitos al resto de los que nos encontrábamos ahí. Al otro lado de la mesa un hombre que siempre se encontraba ensimismado en sus propios pensamientos, siempre con la mirada fija en las fallas del sistema, siempre criticando eso que llaman estatutos. Todo su mundo como la persistencia de la memoria era un enigma que dilapidaba en las horas de un reloj que se carcomía en su propio andar, para él la vida era tan sólo una deformación de colores, una transgresión de las propias expectativas, tan sólo un lienzo donde todos querían pintar dejándolo fuera de su propia obra. Tomando la copa de vino entre la mano, con su diligencia acostumbrada se levantaba del asiento, y nos recordaba lo que alguna vez Bretón dijera "La revuelta y solamente la revuelta es creadora de la luz, y esta no puede tomar sino tres caminos: la poesía, la libertad y el amor", y después de enardecer los corazones de los ahí presentes retomaba su lugar en la mesa que compartía con ese otro hombre. Con su acostumbrada bufanda sobre los hombros y su paraguas negro en la mano a manera de bastón, su presencia recatada era delatada por su larga y blanca barba fruto de arrancar las hojas del calendario y mirar el tiempo en el reloj. Propio de sí, alzo su taza de café y brindo por todos los que degustaban la cena propia de la noche, pero también alzaba su bebida en honor a los meseros y al dueño del lugar, pues como los demás eran parte del cuadro de aquella ocasión. Siempre elocuente en su hablar a pesar de la gravedad de su cansada voz, nos presentaba a la vida como el menú de un restaurante, "en ella habrá cosas buenas, como los buenos platillos que escogemos, pero a su vez habrá otros que no querremos probar, porque son ajenos a los caprichos del paladar, y son esas las malas experiencias, que nunca queremos probar mas están ahí, dentro de la carta". La vida y el amor son dos cosas que se aprenden, que se meditan y que se viven, cada uno en la medida que pueda o que quiera hacerlo. Dicen que una vida es una sensación, y que el amor es toda una experiencia de vida, yo soy tan sólo de la opinión que el amor es como el buen café, amargo al principio, difícil de aceptar, pero conforme se va tomando y su aroma nos cautiva, el último sorbo siempre es dulce. La vida como el vino se debe de disfrutar poco a poco, nunca es buen bebedor el que toma la copa y la empina en su garganta hasta dejarla seca, pues con ello sólo se embrutece la percepción y se libera la estupidez que lleva dentro. No, el que sabe vivir y el que de vinos conoce, sabe que hay que beber el contenido del cristal con calma, que hay que disfrutar cada momento que pasa, que se debe deleitar con el fino aroma a campiña que desprende el líquido de tonalidades opacas y claras, que el sabor que deja en los labios es duradero, así la vida como el vino se debe de apreciar, de disfrutar y de beber poco a poco para disfrutar cada sorbo. Nadie quería agregar nada a las palabras del viejo con bufanda al hombro, pues el silencio era la mejor reflexión seguida de una copa de vino o de una taza de café. El último a la mesa era yo, un muchacho sin ninguna peculiaridad, de sonrisa alegre, con su acostumbrado saco negro y su camisa blanca, que acompañaban un pantalón de mezclilla negro que me había regalado mi viejo hace algunos días. Era apasionado de las letras, el vino y el buen café, y conocedor de la filosofía culinaria gracias a la cocina de Carmen, hermosa y gran cocinera, así era mi madre. Irónica era mi estancia en el lugar, yo escritor de afición y de mala memoria había olvidado mi pluma y mi libreta, por lo que pedí a un mesero me prestase la suya, y me diera algunas servilletas de más. Y conforme las palabras de mis acompañantes salían de sus bocas, yo las plasmaba con la tinta de una pluma que no era mía, sobre una frágil servilleta que hace algunos instantes había pedido. Un día me encontré en una discusión poco placentera pero con peculiar trama, fue hace dos noches, hoy regreso a la misma mesa con la misma luna de aquella vez, con los mismos meseros, pero hoy sólo soy yo, el bohemio y poeta, el liberal y partidario surreal y el viejo no han querido abandonar la cómoda sala de mis pensamientos para acompañarme a degustar una taza de café, mientras toco guitarra y brindo con una copa de vino en honor de los comensales del lugar, a la vez que me percato que nuevamente he olvidado mi pluma en mi bolsillo.

July 19, 2007

Al otro lado de la avenida

Hoy me preguntaron qué es el amor, y no supe que responder, tan solo callé y di la vuelta para mirar si la lluvia se había detenido. Aún no, las gotas de lluvia continuaban empapando la copa de los árboles y mojando el rostro de unos jóvenes que estaban sentados en una pequeña banca de la avenida. No les importaba nada, más que estar juntos. A pesar de que sus abrigos escurrían por el exceso de agua, seguían abrazados, su charla parecía cobijarlos, y sus besos les hacían olvidarse del mal tiempo. Unas cuantas horas después, tal vez menos, el agua dejó de caer sobre el cabello de ella y de empapar el saco de él, simplemente se tomaron de la mano y desaparecieron entre el verde de los árboles y el ruido de los automóviles de la avenida. Si me preguntarán nuevamente qué es el amor, mi respuesta sería la misma que la primera vez, callar y mirar por la ventana de la oficina para contemplarlo, en lugar de tratar de describirlo.



July 18, 2007

Sueños de insomnio

No recuerdo más el ayer, porque he quedado atrapado en el mañana. Las gotas de lluvia juegan en el cristal de la ventana, las hojas de una libreta están regadas por el suelo y mis corbatas están dispersas a lo largo del buró. La incertidumbre me aqueja, padezco de insomnio a causa de la confusión, no puedo dormir. Es tarde, pero mis ojos permanecen abiertos mirando la alfombra de la habitación. Roja como cuando la compramos, aún conserva la mancha de labial de aquella noche de pasión entre nosotros. Cuando miró hacia el espejo de la cómoda, veo tus pinturas y tus fragancias. Siempre creí que eras una excéntrica al usarlas, tu piel era perfecta y el aroma de tu cuerpo era más dulce y elegante que cualquier botella con alcohol, que lo único que tenía de valor era el nombre. La extrañeza de tu sensualidad, provenía de tu exquisita forma de caminar, de besar, de amar, de reír. Eras una flor exótica, pérdida en la selva de la recámara, no había más luz que no fuera la de una débil vela que iluminaba tu cuerpo, mientras quitabas las prendas de tu cuerpo con delicadeza. Tu vestido rojo todavía está recostado sobre la cama, los papeles siguen en el suelo y mis corbatas fuera del cajón del buró. El insomnio persiste y no me deja dormir, una frustración recorre mi cuerpo en forma de sudor, ¡quiero dormir!, ¡quiero volver a soñar contigo!, quiero olvidarme que ayer no te tenía, quiero dormir para soñar que te tengo hoy, quiero dormir para olvidarme que mañana no podré despertar para volverte a amar.

July 16, 2007

Pensamientos sueltos

En mi boca descansan tus deseos, en la tuya sólo se encuentran mis besos. Las gaviotas que vuelan sobre el mar, no son sino blancas pinceladas en el lienzo empotrado del artista que admira el paisaje de la bella ciudad de las luces. La rosa que se marchita en un rincón, no es tan bella como la tristeza que refleja una dulce niña, quien se ha percatado que ha perdido su inocencia. Aquella ventana se abrió de par en par, el viento cálido de la tarde se entremezclo con el perfume de su cuerpo, el humo del cigarrillo cubría la habitación tras una cortina de humo gris, su cabello florecía con los últimos rayos de luz, mientras sus ojos recorrían su silueta, a la vez que su melancólica ingenuidad se alejaba volando por la ventana. El humo se había disipado, el plenilunio gobernaba el silencio de la noche, interrumpido sólo por las notas de las olas del mar. Tu reflejo en el espejo azul le daba tintes opacos, pero brillantes por las luces de tu vestido negro, siempre lucías hermosa, el negro de tu cabello se confundía entre los tintes oscuros de la noche, mientras el rojo de tus labios depositaba tus anhelos en los míos. El velero de tenues colores se miraba a lo lejos, los niños corrían por la playa sin saber que algún día se enamorarían y viajarían juntos por los senderos del mar, mientras aquél artista del bulevar plasmaba su historia en la que sería una obra de vitrina, y que inspiraría estos pensamientos cuando el viajero, en busca de una idea para su nueva novela la admirará al pasar por la arboleda de París.

July 13, 2007

El adiós de mi querido viejo

Es un buen tipo mi viejo, dice una vieja canción, hoy la he recordado al mirarlo cansado sobre su cama. Su fuerza le ha abandonado, el tiempo le ha cubierto el pelo de escarcha, pero sus ojos aún mantienen el brío de su juventud. Siempre con una sonrisa en el rostro, y con una palabra de aliento para aquél que le pedía consejo, nunca se le veía molesto o con el ceño fruncido. Lo recuerdo bebiendo un poco de vino mientras componía bellas melodías en su guitarra, en aquél viejo rincón de su estudio, su modestia jamás acepto que fue un gran escritor, y un gran hombre que supo educarnos y cargar con la muerte de mi madre a la vez. El viejo cucú que miraba por la ventana marcaba las diez. Parecía que las manecillas se detenían al ser interrumpidas por su ronca voz que nos llamaba hacia su lecho. Mi viejo a pesar de su estado, se le miraba apacible y tranquilo. Su mirada permanecía fija en la ventana, desde siempre le gusto mirar al mundo por aquél cristal. La vida suele ser tan simple como el cantar de los pájaros y tan compleja como su hermana la muerte. El solo hecho de pensar que llegado el momento tendremos que despedirnos de ella, nos aterra, y por ello preferimos evadir aquella sensación, pero no nos damos cuenta que aunque la ignoremos, ella siempre esta ahí, a nuestro lado, esperando por nosotros. He caminado entre los campos, he escuchado el cantar de mi guitarra, ame a una mujer y bebí el dulce vino mientras me añejaba en esta barrica que se llama vivir. Sé que aunque se los pida, derramarán algunas lágrimas, sólo procuren no ensuciar la camisa. No se preocupen, mi partida ya estaba hablada, me voy feliz y muero orgulloso de mi familia. Aquellas fueron sus últimas palabras, antes de que sus ojos fueran cubiertos por su velo, nos había dejado para seguir cuidando a la mujer que había amado hasta aquél día. Mañana será su despedida, y mientras la lluvia aún refresca las hojas de los árboles, en mi memoria aquella tonada perdurará por siempre, mientras le digo adiós a mi querido viejo.

Vivir olvidando

Toda mi vida estuve atrapado en la tuya. Siempre preocupado porque tus crisantemos no marchitaran a causa de las ventiscas del otoño. Todos los días quitaba el polvo del marco que guardaba tu cálida imagen. Con un paño acariciaba tu frágil rostro escondido tras el cristal. Cada mañana me ocupaba de alistar tu ropa y preparar tu desayuno que siempre acompañaba con aquellos crisantemos. Nunca deje que tus blusas tuvieran una mancha o una arruga, por más insignificante que fuera. Tus zapatos siempre relucían cuando la luz de la ciudad se reflejaba en ellos. Cada momento me ocupe de que el más ínfimo detalle de tu vida fuera perfecto, que nunca sufrieras, que siempre tuvieras lo que anhelabas, que a cada momento fueras feliz.
Fue tan grande mi obsesión, que a la par del caminar del reloj, me fui olvidando de cómo vivir. Entre los recuerdos de tu cuerpo desnudo de domingo y las tazas de café del desayuno, me olvide de amarte.

July 09, 2007

Esperándote en un café

Día normal, otro más en la vida de aquél que no tenía rumbo fijo. Siempre con sombrero y gabardina, una bufanda al cuello y un reloj que siempre marcaba las nueve, ni un minuto más ni una hora menos. Sentado un lunes como era su costumbre en una mesa alejada de las demás, bebía una taza de té, humeante y delicado que atrapaba al más incauto comensal de aquél refinado lugar. La silueta de una pluma se esbozaba entre los dedos de su mano, no llevaba libreta u hoja de papel, pero eso no le impedía escribir el nombre de Cassandra en las esquinas de la servilleta donde siempre degustaba un trozo de tarta de manzana. Recatado como era su costumbre, tomaba su gabardina del respaldo de la silla, echaba la bufanda al cuello y antes de dejar una generosa cantidad de monedas sobre la mesa, miraba su reloj para cerciorarse de que aún eran las nueve.
La semana transcurría como cualquier otra, los martes la panorámica de aquél restaurante estaba pincelada con las bicicletas que aguardaban por sus dueños, mientras el olor del café molido endulzaba la amarga tarde de los comensales. El miércoles y el jueves nada sucedía, todo era normal. Aquél lugar era como los demás establecimientos de la cuadra, las sombrillas de las mesas se encontraban empapadas por la humedad de la noche anterior, los meseros tomaban un minuto para admirar la mañana que despuntaba a temprana hora, y que marcaba el comienzo de otros días de poco servicio y de una buena charla con la señora Clarisa.
El sábado el lugar tomaba un aire de fiesta, ni un sólo asiento lucía vacío, el barullo era tan grande que el empedrado de la calle parecía participar en la charla de grandes empresarios, al compás de los motores de elegantes carrocerías. De vez en cuando el grito de alguna distinguida dama llamando al mesero opacaba las demás voces del salón, pero aquella algarabía nunca veía su fin, hasta el momento de acercarse a pagar la cuenta. El domingo, día de descanso para todos, el café permanecía cerrado. Las lonas que cubrían sus pequeños arbustos, se consagraban en el silencio de la mañana, de vez en cuando interrumpido por el grito de la madre llamando a su pequeño.
Una vez más, el lunes aparecía para comenzar la semana, y de nuevo la gabardina y el sombrero, siempre acompañados por la bufanda de ese hombre, llegaban para tomar su acostumbrada taza de té y deleitarse con el sabor de su tarta de manzana. Sin libreta una vez más, el sujeto de prominente estatura y de distinguido porte, tomaba la servilleta aún cubierta por las migas de la tarta, para escribir el nombre de Cassandra. Como siempre tomo la gabardina del respaldo de su silla, echo la bufanda al cuello y miró el reloj para asegurarse de que las manecillas aún marcaban las nueve, antes de arrojar las monedas sobre la mesa, para desaparecer entre la neblina de aquella mañana. El mesero olvidando las monedas, tomo la servilleta con cuidado y acompañado por su propia curiosidad y por la del resto de los comensales, se dispuso a leer aquellas tenues líneas escritas por aquél extraño. Apenas termino con la lectura de aquella servilleta, cuando un ensordecedor aplauso se apodero del lugar a la vez que las lágrimas brotaban de los ojos de algunas señoritas y sus madres. Esas frágiles líneas habían logrado aquello, algo que jamás se presenciaría en ningún otro lugar, un trozo de servilleta que aún con las manchas dejadas por la tarta permitía leer lo siguiente:
Cassandra, no te conozco, no sé si ese será tu nombre, ni siquiera sabes quién soy, probablemente sólo nos hayamos visto una tarde, mientras caminabas al lado de tu madre al salir de la estación del tren. Pero sé, que un día llegarás aquí, te sentarás a mi lado y pedirás una taza de té y una tarta de manzana como lo hago yo todos los lunes por la mañana, y aunque nunca me has escrito la hora de tu llegada no puede ser otra que las nueve de la mañana. Su reloj aún marca las nueve, mientras como todos los lunes espera la llegada de Cassandra.

July 06, 2007

Camino a ningún lugar

Es la senda por la que voy, viejo andar de otros pasos, unos más pesados que el resto, pero igual se dirigen al final, donde las copas de los árboles se opacan con la sombra de las grandes nubes que despuntan sobre aquél risco que lleva a ningún lugar. Muchos miran hacia atrás, deciden que es tiempo de regresar, regresan sobre sus mismos pasos sin percatarse que han borrado sus huellas, abandonan el camino, no quieren viajar más, dar media vuelta y regresar es lo único que interesa ya. Sólo han visto la vereda marchita al final de la senda, aquél viejo roble donde más de uno ha disfrutado de la comodidad de su sombra. Yo quiero seguir caminando, ir a donde nadie ha ido, a un lugar donde el cielo sea gris y el mar sea verde, donde los campos se vistan con el otoño. Aquél lugar donde pueda ser yo, donde la mujer sea libre y sea bella. Ese sitio donde no retozan caballos en los campos, sino música de violines. Donde el poeta sea libre de escribir con su sangre, mientras llora la derrota entonada por coros de cuervos. Quiero caminar de nuevo por aquella senda, posarme cual mariposa en los alcatraces sobre las piedras del río, volar cual águila que busca una presa para llevar al nido. Quiero ser libre, déjenme ser yo. Quiero dejarme ser y no ser yo, andar por el camino de los grandes y repetir sus errores, pero nunca volver sobre sus pasos, nunca alabar sus torpezas, y siempre seguir caminando. Volar no es lo que quiero, porque sé que algún día, el tiempo hará viejas mis alas y sólo serán un burdo recuerdo de la belleza, que tuvieron cuando estaban entre la cálida brisa de las tardes de invierno. Ansió caminar, seguir el camino, andar por el, mientras mis zapatos se convierten en poco menos que un remedo. No sé hacia donde, sólo sé que camino a ningún lugar, mientras olvido que un día debo regresar.

July 04, 2007

Encuentro con la Muerte

Una noche de invierno como cualquier otra, no tiene nada de especial, tan sólo otra noche. Mis manos aquejadas por el cansancio caen sobre el respaldo del sofá, poco a poco mis piernas se vencen también y termino arrodillado mirando la duela del suelo. Trato de levantarme, no puedo. Mi cuerpo ha decidido después de tantos años seguir su propia voluntad y no moverse de aquél sitio. Después de varios intentos, sigo en el mismo lugar, lo único que he conseguido es recargar mi espalda sobre la piel del sofá. Mis párpados comienzan a cerrarse. Miro la habitación, todo está como de costumbre en su lugar. Mis viejos libros aún reposan en la apolillada madera del librero, sobre el perchero, la gabardina negra que me regalo Claudia aún luce la mancha de café de aquél enero. Junto a la lámpara de mi escritorio están las cartas de Julieta, aún no las he abierto, quisiera leerlas, pero mis ojos están más que cerrados. En mi efímero desvarío la puerta se abre, una silueta negra ha entrado, a pesar de su opaca vestimenta, una luz cálida y apacible emana de ella, con pasos lentos al principio se va acercando, mientras avanza su andar se vuelve más rápido. Mis ojos han cedido, y se han cerrado por completo. Aún escucho sus palabras, no sé que dice, pero sé que la escucho.
El tiempo ha pasado, pero aún perdura la noche invernal, sólo otra noche de invierno. Aquél susurro me llama, primero débil y lejano. Mientras mis ojos tratan de abrirse la calidez de aquella voz se vuelve más cercana, sus palabras se aclaran en mi viaje a esa intensa luz blanca, el camino se acorta, mis ojos son cegados por aquél fulgor. Uno, dos pasos, cada vez estoy más cerca, el resplandor se vuelve más intenso, por fin he llegado, he logrado abrir mis ojos. Recostado en una incómoda cama de hospital, la luz blanca sigue iluminando mi rostro. Ese resplandor, no era sino una vieja lámpara de hospital, nada especial, sólo una lámpara. Aquella silueta negra que entro en mi estudio aquella noche, responde al nombre de Julieta, mi hija. Es por ella que ahora estoy recostado en esta incómoda cama, admirando otra noche de invierno, sólo eso, otra noche de invierno.

July 02, 2007

Recuerdos

Una caja con fotografías es sólo eso, papel inmortalizado con momentos pasados. Las cartas de amor que atesoras y guardas en aquél cajón, son simple tinta en forma de letras sobre papel. Aquella rosa marchita que guardas entre las páginas de ese viejo libro, sólo es retrato del culmen de su belleza. Si las flores, las cartas o las fotografías no son recuerdos, dónde están, qué son. Los recuerdos no son más que momentos que aún viven en nosotros y que el curso de la vida ha olvidado ya.


La Luna me reclama

Otra noche vacía. En el cielo sólo un eterno negro, no ilumina la luz de una estrella aquél lienzo oscuro. La Luna se ha llevado consigo a sus compañeras y ha dejado en su lugar una fría soledad. Esa es la manera en que reprocha mi ausencia, así abofetea mis noches, deja la puerta abierta para cruzar por ella, pero al entrar no hay nada, sólo mi silueta reflejada en la pared. Antes me iluminaba mientras caminaba por las calles de la ciudad, ahora sólo me encamina a las piedras con las que tropiezo, me muestra los lamentos de mis desamores. La Luna ya no me ilumina, sus destellos se han ocultado tras el alba, sólo me ha quedado la luz tenue de un viejo farol para iluminar las hojas donde firmo mis sonatas y escribo mis cartas.